¿Algo huele a quemado?
Un médico de cabecera le explicó a su paciente que existen tres etapas del dolor: en la primera etapa, el dolor capta tu atención, en la segunda se apodera de ti, y en la tercera etapa finalmente te obliga a hacer algo al respecto. El paciente le pregunta a su doctor qué hacer cuando se llega a la tercera etapa y éste le responde: tomar un analgésico. Lamentablemente esta historia es tan triste como habitual.
Lo peor es que al principio el paciente realmente pensó que era un buen consejo pero cuando le transmitió la historia a su quiropráctico, éste le respondió:
- Si en la oficina se activa la alarma contra incendios, la primera vez te llamará la atención, la segunda, probablemente pensarás que hay que hacer algo y a la tercera, ¿crees que hay que desconectarla para que deje de molestar?
- Por supuesto que no, – respondió el paciente – eso sería estúpido.
La moraleja de la historia es que los síntomas son el intento del cuerpo para salvarse a sí mismo. El enmascaramiento de los síntomas con fármacos, ya sea el dolor, náuseas, diarrea o fiebre, no soluciona el problema, al contrario puede empeorar la situación. Es más inteligente llegar a la causa del problema, la interferencia nerviosa y eliminarla para que el cuerpo pueda curarse a sí mismo.
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